viernes, 20 de enero de 2012

Angeles y Demonios


En el parque de El Retiro, en Madrid, tenemos una de las pocas estatuas  dedicadas al Angel Caído que existen en el mundo, obra del escultor Ricardo Bellver.

Habré pasado por delante cientos de veces, y en ocasiones también me he detenido a contemplarlo: una hermosa figura contorsionada que parece escrutar el cielo con gesto de cólera o terror. Y a veces me he preguntado: ¿Qué teme el Angel?, ¿qué amenaza invisible le hace retroceder llevándose una mano a la cabeza?.

El cielo azul no parece ocultar en su bóveda peligro alguno. Más bien evoca aquéllos versos de García Lorca que amenizaban el texto de mi lejano libro escolar: "...un cielo grande y sin gente monta en su globo a los pájaros; el sol, capitan redondo, lleva un chaleco de raso...".

¿Qué teme el Angel?

Un ser perfecto, hermoso e inteligente, expulsado de los Cielos; antes Portador de la Luz y ahora condenado a las tinieblas... Desde luego son razones de peso, convincentes, para la desesperación. Y sigo mi paseo, en la creencia de haber comprendido su gesto.




Pero ayer volví a pasar, una vez más, por El Retiro. Tomaba unas fotos, distraída, mientras esquivaba el ir y venir de patinadores y bicicletas para evitar que alguno se me llevase por delante.

Y ví que esta vez el Angel tenía compañía. Posadas sobre su brazo, como si de un árbol se tratase, miraban los alrededores sin reparar en él.

Lucifer retrocediendo ante la cólera de un Dios iracundo, sintiendo ya el ardor del Infierno a sus espaldas... y ellas, indiferentes al terrible drama, llenando de inmundicias su hermosa figura.




Solamente entonces me dí cuenta de lo equivocada que había estado en mi interpretación.

¿Qué teme el Angel?. No al Cielo ni al Infierno, no al castigo divino. Sino a la indiferencia de los mansos, él, que se atrevió a rebelarse; a la humillación de los irracionales, frente a su inteligencia; al desinterés de los humildes, ante todo su poder; de los débiles, ante su fuerza...




Ahora estaba clara la causa de su gesto de horror, de su rechazo. Él, que había estado en lo más alto, se veía impotente a merced de aquéllos pequeños demonios impertinentes y descuidados.

El Angel tenía miedo... de las palomas.

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