martes, 27 de noviembre de 2012

Tigre y Dragón (1)


Todavía recuerdo aquellas huchas de cerámica con las que se pedían donativos "para las misiones" el día del Domund. Las había de varias etnias, pero la que ahora me viene a la cabeza es la de aquel chino mandarín con su sombrero cónico amarillo y su trenza negra y lustrosa.




Con ella pedíamos "para los chinitos". Y aunque éramos pequeñas y todavía no nos enterábamos muy bien de qué iban esas cosas, suponíamos que aquellos chinitos eran muy pobres y había que llevarles comida y recursos para que no se murieran de hambre. Y seguramente así era entonces.




Pero pasaron los años, cambiaron las cosas, mejoró la economía, aumentó la población... y mientras por aquí todavía andábamos con la imagen obsoleta de aquellos "pobres chinitos", China crecía a un ritmo acelerado y sus ciudadanos iban extendiéndose por los países vecinos y haciéndose con las riendas de sus respectivas economías.

La primera vez que tomamos auténtica conciencia de este fenómeno fue durante un viaje a Malasia y Singapur, en 1998.




Tres años antes, en Thailandia, ya nos había llamado la atención el hecho de que los pequeños comercios regentados por chinos fueran los únicos que podías encontrar abiertos por la noche. Necesitabas un litro de leche, un refresco, unas espirales antimosquitos... y allí estaba la tiendecita de la familia china (¿a que os suena?), que nunca cerraba porque ellos dormían allí mismo en una colchoneta y atendían a cualquier cliente que acudiera a deshora.




En Malasia ya no eran solamente tiendecitas. Los chinos se habían hecho con muchos restaurantes y proseguían su ascenso, mientras que los malayos iban perdiendo clientela y cerrando sus negocios. Nada extraño, la verdad, ya que la indolencia de estos últimos poco podía hacer frente a la laboriosidad y constancia de los primeros.




Singapur, en el extremo meridional de la península malaya, era el mejor ejemplo de "colonización pacífica" que podíamos encontrar. La población estaba compuesta por una inmensa mayoría china, con un pequeño porcentaje de malayos y menos aún de indios, más unos cuantos europeos poco evidentes. Y el contraste con sus vecinos no podía ser mayor: una isla de bienestar y desarrollo, con una de las economías más fuertes del mundo.




¿Cómo sería la China original de la que había salido toda aquélla gente?. No pudimos comprobarlo hasta varios años después, cuando viajamos hasta allí por primera vez en 2005...